sábado, 11 de mayo de 2019

Mamás modernas y AMLO y sus cosas

Ginia esperó durante años a que le naciera el instinto maternal. Pero aunque a esta mujer de San Francisco le gustan bastante los niños, jamás ha sentido la necesidad de tener hijos, ni siquiera cuando conoció al hombre con quien se casó luego; ni cuando sus amigas empezaron a ser madres**. Ahora, con 42 años, afronta sus últimos años de fertilidad**; y aunque hay días que pasa por su cabeza un posible arrepentimiento, normalmente asegura sentirse bastante a gusto con, simplemente, dejar correr el reloj.
“Si hubiese sido una de esas personas que cuando ven a un bebé se lo quieren 'comer', ya sabes que hay mujeres que les hablan así, como si fueran un pastel, quizá me hubiese lanzado a tenerlos sin pensarlo dos veces”, dice Ginia, quien prefiere ocultar su nombre verdadero para preservar su privacidad. “Pero llegado cierto punto, y como ese tipo de reacciones no me nacían, no vi muy claro el renunciar al tipo de vida que me puedo permitir sin hijos: viajar con frecuencia, comprarme ropa, levantarme tarde los domingos”. Sus amigas le comentaban que sus maridos nunca llegaban a compartir la carga y enseguida surgían los resquemores en la pareja. Su matrimonio, en cambio, funcionaba muy bien y no quería que eso cambiara. “Me gustan los niños –dice–, pero suponen mucho, y son para siempre”.

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